martes, 18 de septiembre de 2012

El knock out de Bohemia Trébolshop

En el escenario una trompeta anunciaba aquello que por 191 se ha celebrado como independencia. El público rugía al unísono grito de ¡Guatemala tu nombre inmortal!  Y yo, que me encontraba a 50 metros del escenario, sería testigo en pocos minutos para ver al que el que se encontraba a la par mía caer noqueado de un derechazo por querer moshear en un lugar en el que nadie quería ser molestado.

Una de mis canciones favoritas, Los sueños de Tansú, sonó en el escenario de manera horripilante. La mezcla de sonido que se escuchaba en el gallinero convertido en lugar de conciertos, Mundo E, imitaba al que parecía venir al de un radio de transistores poniendo a solicitud de aquellos que llamaban las canciones de Bohemia Suburbana en una radio mal sintonizada dentro de una lochera de metal. Un desagrado para unos cuantos que querían ir a disfrutar de viejos recuerdos musicales de esta banda.

A la mayoría del publico le importó poco esto. A ellos el sentimiento de ver nuevamente a la mítica banda, que durante los últimos 20 años ha sido la preferida de todos los guatemaltecos, pesaba más que ponerse a pensar en el desagrado por que el supuesto ingeniero de sonido hiciera bien su trabajo. Ellos querían moshear al sonido de la banda de rock nacional. Y así lo hicieron.

A mi, la experiencia era diferente. El recuerdo de ver otra vez en el escenario a Pepe, Alex, Giovannie, Álvaro y Juan Carlos fue lo que más me llamaba la atención. Perdón si no incluyo en esta lista a los "invitados musicales extras", ya que no los considero piezas importantes, o en sí, miembros de la banda. También me hubiera gustado ver al Piolly tocando el bajo y a Rudy en los teclados, pero entiendo el descontento sobre las heridas que se hacen cada vez más grande con los años dentro del alma y armonía de esta banda.

Fue emocionante verlos de nuevo juntos. Interpretando las canciones que los unió durante cada etapa y cada disco de la banda. Sombras en el Jadín, Mil Palabras con sus dientes, SuB y Bohemia Suburbana, discos que en cada canción guardan una historia de cada uno de aquellos que las ha escuchado.

Ahora bien, si con Bohemia el sonido fue como lo describí, con Malacates Trébol Shop fue el mismo radio de transistores dentro de la lochera pero parecido cuando la batería no daba para más. Y eso me hizo recordar y viajar 13 años atrás, y revivir lo que miles de personas vivieron y vieron en un escenario de la zona 13. El lugar donde las cortinas de polvo aparecían cuando el público brincaba por un himno acogido por ellos.
Esa vez esta banda se presentaban ante un lugar llego de seguidores del rock nacional con un sonido diferente. La primera vez que se enfrentaban al monstruo chapín quedó demostrado con una lluvia de monedas que se hizo presente a la hora de acompañar el éxito que les abrió la puerta en esos momentos, Ni un centavo.

Esta vez sucedió lo mismo que en 1999 en aquella llamada Plaza de Toros.  No llovieron monedas, fue uno que otro insulto que nadie tomó en cuenta. Sin importarles mucho la experiencia musical que daban los encargados en la consola, todos los que estaban en el lugar cantaron, brincaron y ovacionaron juntos a esta banda ícono musical de nuestro país .

Yo, por mi lado, disfruté de aquel sonido de ese radio de transistores. Y aunque no los vuelva a ver juntos en un escenario, salud y gracias por tan buenos momentos musicales.

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