El camino de la vida está lleno de
música. Nadie puede pasar un día sin escuchar una melodía que lo
anime, enoje, divierta, emocione, le rompa el alma, le traiga viejos
recuerdos. Le den ganas de volver a vivir una época, criticar lo que
está escuchando y en algunos casos, seguir adelante con la vida.
Hace unos meses mi vida tuvo un giro,
algo a lo que no está uno preparado y fue la partida de mi viejito.
No sabía que una de las canciones de un gran amigo, El gordo, AKA
Carlos Rafael Hernández Gracioso, iba a ser una que me fuera a dar
tanta calma al final. Su letra y su melodía me hacía saber que todo
iba a estar bien y va a estarlo.
Aunque es una canción triste, Testigo,
cuenta una historia de un reencuentro espiritual. De esas canciones
mágicas que te llegan al alma sin saber por que. Melancólica hasta
los calcetines y su frase, “y despacito como en funeral...” deja
ver que la vida se tiene que tomar paso a paso, no tan a la carrera
hasta llegar al último día. Algo así platicábamos una vez con el
gordo, que esa linea es la más fuerte de toda la letra. Esa que en
ese espacio en el cual el tiempo parece estar detenido.
Ya lo había dicho antes en un post
llamado, El es mi amigo El Gordo y su disco, en el que describía un
poco de él y la presentación de su primer disco. Hoy tres años más
tarde y unas 55 canciones la magia esta presente en la mayoría de
sus canciones. Testigo tiene un conjuro especial, por lo menos para
mi. Ahora me da tranquilidad con un nuevo sueño, de ser testigo
cuando nos volvamos a encontrar.
Aquí les dejo la canción a los que no han tenído oportunidad de escucharla.
Y aquí les dejo la canción que disfruto más de mi amigo el gordo. Calavera dancing de su último disco, el gato negro.
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