lunes, 26 de marzo de 2012

In Todd Phillips we trust

Cuenta la leyenda que tres auténticos loosers decidieron hacer la fiesta más sorprendente a la que nadie había asistido antes. No como esas wannabes que arman en el puerto y que todos tienen que ir vestidos de blanco sosteniendo un vaso de color verde y poniendo sus fotos en todas las series sociales. No, a esta fiesta llegaron todos los que quisieron pasársela bien. Las mujeres más bellas, los jugadores del equipo de football, el vecino que todos odian pero por gracia divina ese día es el "bro", perros, gatos, gente pequeña... hasta tu abuela llegó sin previo aviso.

Fue tan grande que todos hablaron de esa fiesta, incluso aquellos que no llegaron, sabían tantos detalles para contarla. Se corría el rumor que esa noche iba a ser la oportunidad de sus vidas. Las mujeres con las que nunca se imaginaban les iban a hablar, amigos que nunca iban a tener serían sus compadres, la fiesta que jamás imaginaron sería la más recordada por todos y la pesadilla que todo padre de familia se convertería en realidad. Be cool for one night and everything changes.
 
Árboles y casa incendiadas, carros hundidos en piscinas, gente desaparecida y un estado de calamidad en un vecindario, fue el conteo parcial de aquella noche. Todo fue grabado en video, que fue la única evidencia que sobrevivió de aquel acontecimiento. A los pelones que organizaron de esta fiesta nadie sabe que es de ellos al día de hoy, pero de una cosa estamos seguros, ahora son una leyenda viviente.

De eso se trata un poco Proyect X de Todd Puillps. Que viene siendo un cuasi cóctel de esteroides de Super cool, The revenche of the Nerds y The Big Bang Theory en una batidora, que sin lugar a dudas, sigue con la tradición de estas películas que vinieron a dárle su lugar en nuestro corazón a todos aquellos intelectuales de la ciencia y tecnología, y que les pedíamos copia en los éxamenes. 

PD Si te gustó The Hangover y Old School, esta película no te decepcionará.

lunes, 19 de marzo de 2012

Entre el juego, la sombra y el cielo de Carlos Ruiz Zafón


Caer en una telaraña literaria es difícil. Especialmente con la cantidad de libros que hay, gracias a Dios los existe en esas cantidades, y escoger un título es de gran batalla. Y a veces esa batalla la libra alguien más por uno. Y se hace grande, tal cual héroe en la guerra gritando a todo pulmón, “this is sparta!”, perdón un lapsus emocional.
Pues algo así me pasó a mi cuando llegó a mis manos el libro de Carlos Ruiz Zafón, El juego del Ángel. Fue un regalo, y que regalo, que me dio alguien muy especial.

La cantidad de páginas guardaba una historia, aún desconocida para mi. Pero empezar a leer sobre un chico que empezaría a desmarañar una historia entrelazada entre un sin fin de situaciones, acaparó mi atención noche a noche durante cuatro meses. Sin saberlo la historia tenía mucho que ver con el libro anterior La sombra del viento, el cual estoy leyendo en este instante, y me dejó picado, sin que nadie me contaran como era, desde la primera página.

Sus personajes, aunque atrapados en la década de los años 20 del siglo pasado, tenían gran similitud, o así lo quería ver, a mis años durante mi paso por los medios escritos de comunicación. Y eso fue lo que capturo mis desvelos en las noches. Asesinatos, acosos, persecuciones, romances, satanismo, budismo, cristianismo, erotismo y una que otra causa que guarda estas páginas, son la que te atrapan, seducen, erizan, cautivan, enojan, estresan a la hora de leerla. Algo que lo sigue haciendo conmigo en la sombra del viento y creo que lo logrará, sin lugar a dudas, cuando empiece a leer El Prisionero del cielo. Cuyos personajes ya conocidos vuelven a amarrarnos a el cementerio de los libros olvidados.

De mi parte recomiendo a este escritor que llegó a poner algo en el mercado con mucho interés, tal vez sin saberlo, por medio de algo que nos gusta hacer a muchos, escribir.

Si en algún momento a alguien se le ocurre hacerle tributo cinematográfico a esta obra, o a estas, simplemente le pido respeto a la creatividad y esfuerzo puesto en letras.  

miércoles, 14 de marzo de 2012

Y... no contaban con mi astucia

[un post un poco largo para compensar el tiempo perdido]

Cuesta, de verdad, volver a apachar las teclas de un teclado de computadora cuando ya has dejado la práctica de incluir historias dentro de este espacio. Tal vez por que de un momento a otro se desmotiva uno a seguir contando historias. Cosas que pasaron y ya, la chispita emocional, se acaba. 
A mi me pasó con la fotografía. Un día decidí que ya había sido suficiente seguir apachando el click y deje de capturar momentos. Lo dejé un buen rato y al tiempo volví, o traté, de hacer magia. Pero lo hacía esporádicamente, ya que por exigencia tuve que tomarle fotos a restaurantes, chefs, carros, edecanes enseñando media nalga a la par del carro, premiaciones, entrega de reconocimientos, entre otras cosas que se resumen a hacer “la foto institucional” del evento que iba a cubrir.
A veces, esto mata el intelecto. Algo que simplemente, Lo sospeché desde un principio.
Seguía capturando el momento y le ponía la creatividad necesaria, aunque las críticas sugerían que esa no era la foto indicada, a tomar lo que era posible. Y ahí fue cuando poco a poco me dedique a distraerme tomando atardeceres, por casi 8 meses, y retomé, sin que alguien llamado especialista o en los nuevos casos  profesional, me lo criticara en hacer fotos que en ese momento era lo que me entretenía. Lo hice intencionalmente para no perderle el gusto a una de las cosas que me encanta hacer.

Y de repente, mis antenitas de vinil detectan lapresencia del enemigo, y fue cuando me di cuenta que la espinita de la desmotivación seguía encarnada, pero ahora con mis letras. Mi espacio público, llamado La vida es un soundtrack, había perdido fluidez al igual que lo había hecho al principio mi pasión por la foto. La situación de imponerle algo para justificar el trabajo de otros, mata la creatividad. Tuve que tomar un respiro para llegar a este punto. Este punto de desahogo en el cual pueda otra vez a contar nuevamente historias.
Así, como volví a apretar el botón del click de una cámara, volveré a apachar las teclas de un teclado para darle vida a las letras.

Pero ya lo dice el viejo y conocido refran... síganme los buenos que esta aventura no termina.

*Recordando a un gran héroe el, Chapulín Colorado  y a mi noble lechuga que me insistió en retomar este espacio.