martes, 9 de marzo de 2010

Tengo 34 años y sobreviví al concierto de Metallica

Mi experiencia en el concierto de los Vikingos del Thrash Metal tiene varias anécdotas. Desde el comienzo que no iría a ese concierto sólo si me acreditaban, hasta las ocho de la noche que dio inicio con la balada melódica de la película the good, the bad and the ugly (no sabía que esta introducción se iba a aplicar a lo largo del concierto). ¿Yo en un concierto de Metallica? Me preguntaba, ¿qué putas hago aquí? ¿Será que el McNight irá a tener razón en que más de algún muerto va a ver? Bueno si lo hubo pero a unas cuantas cuadras del Estadio, no en el “anillo perimetral” del evento. ¿La gente saltará las vallas de seguridad y se colará en las localidades? Bueno, ya estoy aquí así que ¡hacerle huevos! Por cualquier cosa llevaba mi camisa de Star Wars, sería fácil reconocerme si algo me pasaría, ya que sería el único que llevaría una camisa como esa a un concierto de rock.

Es chistoso hacer el cálculo cuantas personas habían en el concierto, 25, 30, 22 mil fanáticos coreando cada una de sus canciones. Eso sin contar a los que estaban afuera y la policía desalojó a puro gas lacrimógeno antes de que sonará Creeping Death y las ilusiones de los que se encontraban dentro del estadio cayeran por los suelos ante las fallas técnicas. Y eso era de esperarse, nosotros no estamos equipados para que una planta eléctrica subida en un camión aguante con tan tremendo espectáculo que hace un artista como este. El sarcasmo como siempre llegó dentro del grupo de amigos que estábamos, Lepe, Allan, Julio, Gabriel, Mauricio y yo, comenzamos a bromear sobre lo que estaba sucediendo. Mientras los miles de fanáticos lloraban, gritaban, le querían reventar el pocillo a los productores y de repente el pensamiento en mi cabeza, ahora si nos llevó la se San Quintín... bueno no me tengo que arrepentir por nada. Solamente que no he enviado el mensajito que prometí... en fin espero comprenda, pensé.

Todo en el escenario murió. Vi como el vocalista James Hetfield se quitaba su guitarra y salía por la puerta que comunicaba al camerino, seguidamente lo hacía Lars y me dije, este cabrón ya no va a querer volver a salir con lo rockstar que es. ¿Kirk? ¿Dónde se metio ese cabrón? ¿Y Trujillo? Fuck que hace ese cabrón en el escenario se lo van a comer vivo. Al final solamente pensé en un insulto a aquellos fanáticos que llegaron a presenciar tremendo toque, ellos que merecía más de lo que se les dio. El sonido nunca se recuperó. Pensé que otros como Axel Rose, hubiera insultado a todos los asistentes por tener un paísito pura mierda, se hubiera dado la vuelta y nunca más regresaría. El silencio en el estadio se rompio cuando volvieron a tomar el escenario. Los altibajos de volumen para moderar la energía se hacían obvios, pero el público se mantuvo y gozo de una manera sencilla esa espera que para algunos había tardado unos 15 o 20 años en llegar.

El recital siguió su rumbo y no me puedo quejar, ¡que gran show dan esos cabrones! Se nota la experiencia de años de estar parado sobre las tablas. Entregar al público lo que se merece. Lo que pagó por ir a ver y escuchar. Muchos artistas que vienen a nuestro país, nos agarran como papel para limpiarnos, no nos dan nuestro lugar y pareciera que solo vienen a traer el cheque y ya. Pero estos caballeros del rock lo entregaron todo. Pirotecnia, los acordes encajaban como alfileres en los ojetees de los botones. La pasarela de las guitarras de Hetfield era un festín ante mis ojos. La pantalla que dejaba ver a todos los reunidos y no perderse como enfurecía las notas vocales durante las canciones. El juego de luces maravilloso, un éxtasis que siempre he disfrutado en los toques. Un complemento que no debe de faltar durante un evento ya que enriquece todo a su alrededor.
Recordé cuando sonó ONE como había conocido a este grupo. Un par de cassettes cuando tenía 14 años y levantar la vista al que me los prestó QEPD. Gracias chato, pude disfrutar en vivo Blacked la canción que daba inicio a ese gran cassette y la que más me gustaba. Y de la misma manera disfruté una maravilla de conjugación musical al escuchar Nothing Else Matters y Enter Sandman con una delicia melódica encajada con una introducción visual a cargo de la púa de Hetfild.
Llegó el final, todo acabó los aplausos sonaban, los gritos casi sin voz de algunos llegan a escucharse. Ellos, los cuatro jinetes del thrash Metal permanecían en el escenario regalando de todo. Solo los calzones faltaron que tiraran. Yo les agradecí este gesto ya que muchos lo que hacen es darse la vuelta, decir gracias, meterse a la suburban y escuchar como se pierden los aplausos entre las calles. Estos vikingos no lo hicieron. Se quedaron y agradecieron esa espera que duró 29 años para ellos. Y para mi, solamente unas cuantas horas. Me retiré con un hambre de la chingada y con ganas de dos chelas para terminar la noche.

PD.... Mi frase más reciente ha sido, ojalá y los diarios personales formaran parte de la historia de este país. Cuanta riqueza guardarían, la gente en un futuro se enteraría de muchas cosas y no solo lo que algunos libros de historia o historiadores han querido contarles. A que viene todo esto, bueno que leyendo las crónicas que algunos amigos han puesto del concierto de Metallica, bien se hacen merecedores de su publicación. Que buena onda que exista este espacio para que la gente conozca diferentes puntos de vista y no solamente el que se publica en papel.
[Foto: Stanley Herrarte]

3 comentarios:

Alejandro Marré dijo...

Master gracias por invitarme al toque, leyendo esta publicación estoy experimentando desde la compu algo muy parecido a lo que seguramente hubiera sentido al estar alli, un abrazo compadre! salud!

David Lepe dijo...

Estuvo buenísimo el toque.

LuisRo (P*!!!) dijo...

Marre: Seguiremos contando historias... para que nos acompañen.

David: Estuvo demasiado bueno