Me encontré con una anécdota que me sucedió hace algunos años. Cuando uno se cree que todo lo puede y que si no. Jeje
Bueno ahí sucedieron dos cosas, una casí se quedan sin patito y la otra que algunas cosas maravillosas te suceden en los momentos menos inesperados.
[Un atardecer inolvidable
]Tomé valor y me dispuse a hacerlo, comencé el ascenso entre piedras lodo y ramas que cubren el camino que lleva al mirador en Semuc Champey. Unos 25 minutos más tarde, entre el sudor en mi frente y algunos golpes y raspones, me encontraba en el lugar indicado. El pantalón de lona algo sucio por la travesía de la escalada, mi gorra, unos guantes de cuero, un arnés y mi inseparable camisa de la suerte con la figura del pato lucas eran mi uniforme para esa tarde. Mi primera experiencia con el rapell tomaba fuerza.
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El encargado pasó la cuerda por el arnés, me explicó cómo hacer el descenso y comencé. Era emocionante saber que entre el suelo y yo habían 82 metros de montaña. Fui bajando poco a poco, tropezando entre ramas y algunas piedras, y para hacerla emocionante por momentos aceleraba un poco. Cuando ya quedaba poco para acabar con el descenso y llegar al suelo, la cuerda se atoró e impidió que mi viaje continuara. Intente salir del problema, pero tanto esfuerzo terminó con mis fuerzas. La cuerda estaba hecha un nudo y eso se lo tengo que agradecer al que colocó los seguros en mi, por que supe de lo bien asegurado que estaba y evito que cayera esos 20 metros.
Mientras esperaba que uno de los profesionales que practica este deporte bajara para ayudarme y terminar con mi descenso, disfruté de un atardecer en compañía de algunas copas de árboles y la montaña como vecina. Yo sólo imaginaba, mientras miraba ese cuadro, como sería mi aventura en rafting al siguiente día.
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